El relator deportivo nació en nuestra comuna y aún vive por acá. ¿No lo sabías? Lee el nostálgico relato del hijo de papelero de la Población Granjas –hoy Villa Jorge Alessandri-, que, pese a las distancias, se niega a dejar esta zona. “Acá está mi mamá y mis yuntas del alma, los que no ven en mí al gallo que sale en la tele”, asume quien por estos lados aún es conocido como ‘Pindi’.
Para calentar los motores de la máquina del recuerdo, Claudio Palma instala el video y se sube a la bicicleta. “En mi juventud arrendar una película era un tema. Yo fui de los primeros en tener un VHS porque tenemos familia en Estados Unidos. Así que partía en bicicleta al 14 de Vicuña, el video club más cercano era el Video Market en Serafín Zamora. Armabas una noche de películas e iban todos, pero a devolverla no me quedaba otra que ir solo, jajajá”, cuenta.
Ese melancólico viaje lo lleva a sus años en la Población Granjas –hoy Villa Jorge Alessandri-, su vida como hijo de papelero, su pololeos con el fútbol profesional y su desembarco en el relato, en una nostálgica charla con Revista Portal Puente Alto.
-¿Qué te evoca esta comuna?
-Uff, tantas cosas. La micro que iba a buscar a los trabajadores de la Papelera el sector del paradero 33 de Vicuña Mackenna. Es que me crié allí, mi vieja (Silvia) aún vive ahí, y éramos todos hijos de empleados de la Papelera. Me acuerdo del Estadio Papelero, que tenía muy buena instalaciones. Recuerdo al Granja Junior, que fue un equipo en cuarta división y que dirigió mi papi (Guillermo).
¿Así empezó tu romance con el deporte?
-Claro, en los interescolares de básquetbol que era la opción de conocer más niñas. Esta comuna es cuna de basquetbolistas. Me acuerdo de un lindo pueblo llamado Puente Alto, donde nos conocíamos todos, donde comías berlines en la Chilenita o siendo más grande ibas a tomar al Mister Schop.
-¿Eres de los que hablaba de ir a Santiago?
-Todavía lo digo. Era un evento ir para allá. Lo más cool de ir a Santiago era cuando aparecieron los colectivos Santiago-Puente Alto: te ibas sentado una hora, cómodo. Podías leer o dormir. Eso era imposible en tiempos de las chapulinas rojas, micros llenas que paraban en Nataniel, Plaza Italia, Mapocho. Si no salías de Nataniel sentado era una hora y cuarto parado.
ALMA DE ALMACENERO
Después de jubilar de la Papelera, el papá de Claudio Palma se instaló con el almacén del sector: Don Palma, donde las añoranzas del relator salen a granel. “Era el negocio del barrio, donde vendíamos desde una aguja hasta alimento para los pollos, los canarios. Esas casas son grandes y la gente criaba animales. Tenían patos, gallinas y conejos”, narra sobre los años de pueblo de una comuna que al relator le queda bien lejos de la pega.
-¿Por qué jamás te has alejado de Puente Alto?
-Porque acá está mi mamá y mis amigos del alma, los que no ven en mí al gallo que sale en la tele. Los que te conocieron antes y te putean cuando nos tomamos un combinado. ¿Un sobrenombre? Jugué en el Granja Junior, que se vestía igual que San Luis de Quillota. Y como fui siempre un futbolista frustrado, me creía Jorge ‘Pindinga’ Muñoz, ídolo quillotano. Y quedé como ‘Pindinga’. No era tan bueno, pero algunos aún me dicen ‘Pindi’.
-¿Quiénes son tus amigos?
-En el barrio quedaron dos o tres amigos de esos años, que arreglamos el mundo conversando y aún lo hacemos piscoleando. Hay algunos que se han ido de Puente pero la amistad sigue. Hoy juegan a la pelota nuestros hijos pero de ahí nos vamos a la casa de mi mamá, una casa grande. Tenemos un amigo que le gusta cocinar. Con ellos me da los mismo tomarme siete piscolas, estoy con mis amigos. Hay algún jardinero, otros ingenieros, taxistas. Somos todos yuntas, hacemos la cuota y muchos toman vino en caja poh… y otros whisky, pero somos iguales.
-¿Soñaste narrar eventos deportivos de tal magnitud?
-Nunca proyecté para mi vida ser un gallo conocido o trabajar en televisión. Me sorprendo con todo esto. Mis sueños eran primero ser futbolista y después trabajar en radio. Yo me crié con un viejo que fue a la pinta, muy machista, pero que nunca me internalizó lo de los estudios superiores: cuando yo salí de cuarto medio él me dijo que tenía que trabajar en la Papelera. Éramos 4 hermanos viviendo de un almacén y yo, por ejemplo, nunca preparé la Prueba de Aptitud Académica. Entrar a las universidades era una tarea imposible y no estaba en mi mapa. Entonces yo pensaba que me tenía que ir bien como relator.
“Estudié en Escuela con número y no me avergüenza”
Pero como no sólo de fútbol vive el hombre, Claudio Palma aceptó el ejercicio de ponerse el uniforme y recordar su etapa escolar donde Mateo, precisamente, no era su segundo nombre.
“Era flojo como alumno, pero cuando apuraba me iba bien Estuve en la Escuela Fiscal 614. ¿Escuela con número? Sipo, jajajá, no me avergüenza, aunque hoy se llama Luis Matte. Cursé sexto, séptimo y octavo en la ‘Matte’, donde estudié electromecánica y no me gustaba. Además, como siempre me han gustado mucho las mujeres, me fui al Liceo 115, ahí hice la media porque la proporción de chiquillas era mayor”, cuenta.
¿Y cuál fue la clave del éxito escolar? Una trampita que terminó teniendo enseñanzas. “Estudiaba con el torpedo, lo cual tenía un elemento muy positivo porque de tanto hacerlos te aprendías de memoria la materia. Siempre me fue muy bien en lo humanista, historia. Pero en matemáticas era un desastre. Como decía Bonvallet, para mí 2+2 es empate”, agrega.
Las maldades del relator, eso sí, eran bien inocentes. “No era desordenado. Hice la cimarra algunas veces, pero me iba a unas tiendas de vinilo y de ropa en las galerías de Santiago. ¿Por qué no al Cajón del Maipo?”, redondea.