La educadora diferencial encargada del Programa de Integración en el establecimiento educacional de Puente Alto nos relató, en primera persona, sus motivaciones para emprender en la educación y, pese a que aún hay mucho que hacer, nos regaló una luz de esperanza. “la integración es muy avanzada en Puente Alto”, cuenta.
“Llevo cuatro años trabajando en el Colegio Maipo como encargada del Programa de Integración. Y aunque mi labor como educadora diferencial especialista en déficit intelectual ya suma doce años de experiencia, lo que estoy viviendo en este colegio es nuevo, pues siempre trabajé en escuelas especiales”, dice Fernanda Ibieta, abriendo páginas del libro de su vida, una historia que siempre ha estado ligada a la educación y a su Puente Alto natal.
‘Profe’ de vocación. “Cuando era chica siempre quise ser profesora, pero nunca pensé en estudiarlo. Me gustaba la biología. Me agradó siempre estarle al servicio de las personas, pero la educación diferencial era muy distinto a lo que yo pensaba: uno lo asocia a la Teletón y nada más. Es mucho más amplio. Yo opté por la discapacidad intelectual, aunque pasar por todas las áreas me entregó muchas herramientas”.
De La Nocedal para Puente. “Me gusta trabajar porque acá se atiende a niños de familias de esfuerzo. En estos lugares está la necesidad y es el lugar donde más puedo aportar. No me podría ir a trabajar a otra comuna porque me identifico mucho con esta realidad. Yo vivo y viví siempre en Puente Alto. Tengo estudiantes que son hijos de vecinos, me crié en La Nocedal, una población igual que ellos, donde me concienticé que mi labor es entregarle algo a las personas”.
Burbujas especiales. “Las escuelas especiales son una burbuja dentro de la sociedad. Si bien la idea es desarrollarle la autonomía a los chiquillos y que sean personas independientes, siento que están muy protegidos allí. Eso sí, hay que reconocer que muchos así lo requieren”.
Espejo de integración. “El Programa de Integración está muy avanzado en Puente Alto, pero siento que falta mucho para lograr una educación realmente inclusiva en el país. El aporte que podemos hacerle a los niños es importante. Se trata de abrir las oportunidades. No porque tengan una capacidad diferente o una necesidad educativa se le van a cerrar las puertas”.
Un ejemplo para la sociedad. “Aplicamos un modelo que esperamos sea replicable por toda la sociedad, que podría aprender a dar la oportunidad como se hace en el Maipo. Acá hay chiquillos que andan en silla de ruedas y los compañeros se preocupan de ver si los ascensores están abiertos para ello. Eso mientras uno en el metro muchos ven que una persona no puede avanzar y pasan por al lado sin ofrecer ayuda”.
¿Salud antónimo de inclusión? “Tenemos un alumno llamado Diego (en la foto) de 20 años que es muy conocido y querido. A él una vez lo acompañé a ver a su abuelo – que falleció hace poco- al Hospital Sótero del Río. No teníamos estacionamiento para minusválidos y terminamos aparcando muy lejos. ¿Cómo un centro de salud no cuenta con un solo lugar para personas con discapacidad? Constantemente llegan y no existen”.