No es el club cestero más antiguo en Chile, pero lo conforman las deportistas con más experiencia en este tradicional deporte. Son más de 30 ex basquetbolistas de Puente Alto y algunas ex seleccionadas chilenas que entrenan dos veces por semana en el Gimnasio Municipal y que un par de veces al mes organizan onces bailables, pero sólo tienen un problema. “No encontramos rivales”, dice Olga Cornejo.
Hace ya casi una década, Cristina Ovalle llegó de Venezuela con ganas de ver a las que habían sido amigas en la vida y compañeras y rivales en el campo de juego. La ex basquetbolista y otrora seleccionada nacional quería revivir los años donde la ovalada naranja la unía con tantas amigas puentealtinas.
“Partimos con un grupo chiquito gracias a la iniciativa de una puentealtina por excelencia que es la ‘Cristi’. Ella llegó de Venezuela y empezó a buscar a sus pollas, que ya no eran pollas, si no que estábamos jubiladas y viviendo nuestros años dorados. Fue hermoso ese reencuentro. Partimos en su casa unas ocho y después fue creciendo el grupo a 15 y actualmente somos 35”, cuenta Olga Cornejo, integrante del equipo Glorias del Básquetbol de Puente Alto, que entrena bajo el mando del entrenador Manuel ‘El Viejo’ González.
El grupo, además, está constituido hace siete años con personalidad jurídica como club de adulto mayor. “Todas fuimos seleccionadas del básquet en Puente Alto, no hay ninguna que no haya vestido los colores celestes de esta comuna”, agrega la vocera del equipo que cada martes y jueves entrena en el Gimnasio Municipal que lleva el nombre de una de sus integrantes: Irene Velásquez y que dos veces al mes se reúnen en onces bailables en su sede social.
“Somos un plantel grande y variado: la menor tiene 65 años y la mayor es la Cristi con 87 años. Por ello, así como logramos que el Gimnasio Municipal llevara el nombre de Irene Velásquez, nuestro objetivo para el 2016 es que haya una placa al menos que lleve el nombre de Cristina Ovalle Negrete”, complementa.
Pero no todo es miel sobre hojuelas para las chicas de la edad dorada pues tienen una dificultad. “No encontramos rivales de nuestra edad. Hemos jugados dos veces. Una vez en Rancagua donde íbamos con mucha ilusión y nos enfrentamos a puras lolas de 40 años. Nos sacaron la mugre pero no bajamos los brazos. Y el pasado 13 de marzo fuimos a San Antonio y nos volvimos a encontrar con niñas de, a lo más, 45 años: les hicimos collera, no nos ganaros por tanto”, cierra sobre un grupo que demuestra que por el espíritu deportivo y las amistades no pasan los años.