Fue figura de Chile en la Copa Brasil 2014. Los ojos de los cinco continentes lo escogieron como uno de los mejores volantes del mundo. Nació en La Población Esperanza de Puente Alto y Brasil fue el trampolín de una carrera que parece sin límites. Charles lo tiene todo, incluso una calle en los parajes que lo vieron crecer.
Charles Aránguiz no es el mismo. Brasil 2014 lo cambió y para bien. La televisión lo mostró al mundo como un todo terreno, un jugador de esos que van y vienen, que transpiran hasta el último minuto de cada partido
El jugador de 25 años nació en Puente Alto y desde las pichangas de la niñez trazó su destino: convertirse en un futbolista consagrado y exitoso.
Las mismas piernas que recorrieron el Maracaná con la fuerza de un país entero, los mismos goles que nos hicieron vibrar hasta los huesos, nacieron de las arenosas canchas que cobijaron a Charles desde pequeño en su natal Puente Alto.
Charles dio sus primeros pasos en el fútbol a los siete años en el club amateur Nueva Esperanza de la villa Diego Portales, club que en la actualidad está dirigido por su madre, Mariana Sandoval.
Los triunfos para el “Príncipe” llegaron muy pronto: a los siete años fue elegido el mejor jugador del torneo Aguilucho, en el cual participó con Nueva Esperanza, compitiendo contra 18 clubes de fútbol de barrio. “Siempre se notó su calidad de futbolista, uno de los mejores, un niño distinto”, dice su madre orgullosa al hablar sobre los talentos de su hijo.
Las callecitas de Puente Alto y las canchas de arena le enseñaron a Charles que no sólo se necesita talento para triunfar. También la perseverancia, la convicción y la disciplina son elementos importantes que dieron como fruto la alegría y admiración de todo Chile cuando en el partido contra España, el Príncipe nos regaló ese hermoso 2 a 0, con un zapatazo que se metió en el ángulo del arco de Iker Casillas.
La calle de Charles
La vida de Charles Aránguiz se desarrolló en el barrio, en las calles escondidas de nuestra comuna, una de las cuales a partir de ahora llevará su nombre.
Es en la villa Diego Portales, donde se encuentra la calle Circunvalación con Concha y Toro. Ahí Charles Aránguiz pasó toda su vida junto a su madre y sus hermanos y ahí ahora la señalética llevará el nombre del mismo niño que estudió en el colegio Ex Nueva Esperanza en su enseñanza básica, para luego hacer toda la educación media en el Complejo Educacional Consolidada.
La historia futbolera de Charles llegó muy rápido a su vida. A los 12 años dejó su equipo de barrio para probarse en Universidad de Chile, club donde años después sería ídolo, pero que en ese momento lo dejó partir por no cumplir con el perfil técnico.
Pero su entusiasmo y el apoyo incondicional de su madre fue el motor que lo impulsó. Al poco tiempo de su paso por la “U”, Mariana, su madre, su tío y su hermano mayor formaron un equipo con jóvenes de Puente Alto y compitieron en la Copa Telefónica, en el que quedaron en cuarto lugar.
Al campeonato de Telefónica llegaron unos cazatalentos de Colo Colo y quedaron tan deslumbrados con él que lo reclutaron para las inferiores del equipo. Pero tras cinco meses de intento en el Monumental, Charles decidió partir por falta de fiato con sus compañeros
Entonces Charles volvió al barrio, a su casa, a su gente. Junto a su madre se propusieron potenciar el futbol de la comuna, jugando en Nueva Esperanza para los campeonatos de la Corporación de Fútbol de Puente Alto. Y ahí tomó la escalera que lo convertiría en futbolista profesional: el profesor de cadetes de Cobreloa, Héctor Cáceres, lo convenció de sumarse al equipo de Calama y luego de jugar dos años en las cadetes del equipo loíno en Santiago, partió al norte para integrarse al cuadro profesional
“Yo sabía que esa era la partida de él, a los 15 años me lo quitaron y no volvió hasta los 19. Le costó mucho acostumbrarse, sacarlo de la familia e insertarlo en otra, él no lo dice pero pasó muchas penas allá en Calama al igual que nosotros acá”, recuerda la madre de Charles.
Luego la historia es conocida, de Cobreloa a Colo Colo, de Colo Colo a Quilmes, de Quilmes a Universidad de Chile y tras ser tricampeón y campeón de la Sudamericana con la “U” tomó las maletas para integrarse al Internacional de Porto Alegre.
Un gran hombre, una gran madre
Mariana, la madre de Charles, es una mujer guerrera, apegada a sus hijos y amante del futbol. Desde que se dio cuenta que su pequeño “Charly” tenía talento para la pelota, movió cielo, mar y tierra para cumplir el sueño de su hijo.
Hoy, Mariana está encargada del Club Nueva Esperanza, donde su hijo dio los primeros pasos. La madre del Príncipe entrena a jóvenes del barrio para que no se pierdan en los vicios de la vulnerabilidad social y potenciar el futbol de barrio y dejar un legado en nuestra comuna.
La madre de Charles ha estado presente en cada proceso nuevo que le ha tocado vivir a su hijo, ha sido testigo de sus lágrimas y alegrías, apoyando a “Charly” en los momentos de duda.
“De chico Charly fue tímido, pero es muy familiar. Él es regalón de mis hermanos, su tío regalón es mi hermano menor, siempre se ríen. Son los payasos, los chistosos de la familia”, cuenta Mariana. “Mi hijo es muy tierno, pero no es de hablar mucho. Hay veces que yo le he dicho: mira Charly hay una niña ahí que quiere una foto, y él se enoja y dice que no me meta. Pero si lo pillan en la calle y le piden una foto o una palabras, él accede”, comenta su madre.
Mariana no va a los partidos de su hijo, prefiere verlos por la televisión, y sola, porque según ella su familia no soporta los gritos que da cuando su hijo está en cancha. “Yo soy una mujer muy gritona y apasionada del futbol, y si es mi hijo el que juega a mí me corre sangre. Yo lo siento, palpito por él, me mentalizo con él, le transmito energía, entonces me la grito toda en la casa y nadie me soporta. Yo en mi casa grito, me subo a la mesa, me bajo de la mesa, y grito los goles. Los veo sola por eso mismo”, cuenta Mariana entre risas y emoción.
Mariana, la Sampaoli de Puente Alto, madre y entrenadora, ha dado la vida por el futbol de barrio, por reivindicar las canchas de barro, por sacar a los niños de la comuna de los vicios. Hoy ve a su hijo en la cima, hoy se da cuenta que tanto sudor y sueño han valido la pena porque aquí, en Puente Alto, nació un campeón.