El actor que saltó a la fama con el éxito de las “42 Frases” ha tenido varios oficios y cientos de situaciones divertidas. Conejito de Pascua en un bar gay, animador de cumpleaños como Spartacus y vendedor de celulares adornan su largo prontuario de anécdotas divertidas. “La gente me ve en la calle y me pide chistes”, dice.

Casi con un clamor desesperado, Koke Santa Ana suelta una frase que suena a aviso. “Soy un poco volado y me cuesta darme cuenta que la gente me mira en la calle, así que no pesco mucho. Soy “pa’ dentro”, aunque eso poco importa a muchos, que piensan que uno está en el personaje”, reconoce.

Lejos el personaje más presente en el inconsciente de quiénes siguen las “42 Frases “ de Woki Toki es uno al que le entró agua al bote “Las personas me ven y creen que uno está curado. Son como los niños que le exigen a los payasos que los hagan reír. Esperan que uno cuente un chiste y te lo piden. Para mí es muy raro, pero nunca les cuento nada”, avisa en conversación con Revista Portal Puente Alto.

-¿Por qué te asocian con los borrachos?

-Es que fue el viral que más marcó y yo también le tengo mucho cariño. No hay buenos borrachos. Salió bacán porque la gente en verdad pensaba que yo estaba borracho, que era un personaje que pillaron por ahí en un carrete y eso me encanta. Que la gente se confunda. Me acuerdo que yo quería tomar para estar curado de verdad, pero no me dejaron, jajajá.

COQUETEO CON LAS TABLAS

Pero, ¿siempre fueron sus caras objeto de deseo para el humor? Según Santa Ana, “antes del boom de los videos yo era solicitado para el drama, mucha violencia. Siempre me decían que tenía como el prototipo del golpeador de mujeres, el violento, el loco o el asesino. Es divertido estar en ambos lados”.

Su romance con las tablas partió en el colegio. “Mis inicios del teatro fueron allí a los 12 años. Yo lo miraba como los niños miran la dulcería. Como que quería, pero encontraba que era un pecado estudiar teatro. Intentaba en otros talleres pero siempre  terminaba en teatro. Además, era muy antisocial en el colegio, era muy sapo, observador y eso aún lo mantengo”, asevera.

-¿Cómo eras en la época previa a la fama?

-Muy raro para vestirme. Me gritaban: “Ahí va el new wave”. Era el 2002 y en Valdivia -donde estudié un año ingeniería- todos se vestían iguales: una parka azul, un gorro de lana y yo resaltaba. Me vestía de colores, abrigos que me llegaban hasta los tobillos que eran de mi mamá. Aros gigantes con unos rayos y me pintaba los ojos celestes. Tenía un chocopandero. ¿Cuándo cambié el look? Me puse a pololear y ella me dijo “¿vas a salir así a la calle?”.

-¿Cuánto has cambiado en estos años?

-Mucho. He tenido muchas pegas raras y he hecho cada cosa. Por lo mismo, no soy mucho de estudiar mis personajes porque las rarezas que he hecho me inspiran. Una vez, por ejemplo, fui el Conejo de Pascua en un bar gay. Andaba paseándome por las mesas en un shorcito y con unas botas con correa.

-Pero también habrás tenido pegas “comunes”…

-Claro. Trabajé en una empresa de celulares. Yo estaba buscando una pega más estable y fue horrible desde que empezó hasta que terminó. Se acabó el día que grabamos el video del Censo. Ese día falté y cuando llegué a mi casa tenía un mensaje de texto que decía que no fuese a trabajar al día siguiente. Era el peor del mundo. Conversaba mucho con las personas pero no vendía nada.

“En Puente me enamoré de la cazuela”

En esto de hacer “de todo” Koke Santa Ana también se ganó unos pesos animando cumpleaños. ¿Su pega? Disfrazarse de “Sportacus”, en un papel de superhéroe que lo trajo a Puente Alto.

“Seguro estuve allí como en La Dehesa. Si algo disfruté era molestando niños cuicos. ¿De Puente? No po, del barrio alto. Los niños cuicos te decían “mi papá está pagando, hazme reír”. Y yo sentía que me estaban dando permiso para agarrarlos pa’l webeo”, narra.

En nuestra comuna, como en otras, encontró hermosas postales. “No hay nada más lindo que los niños “no cuicos”. Los adinerados te marcaban las diferencias. En casas humildes, en cambio, nos sentaban en la mesa a comer torta con la familia, todo lo comparten. El que tenía menos era el que te daba más. Es una linda lección”, agrega.

Su reencuentro con Puente fue en torno a un plato que no le gustaba y al que le dio una segunda oportunidad. “A través de  la Pame Leiva conocí algunos lugares. Ella me llevó a su casa a probar la cazuela de su mamá. Me enamoré.  Es que estaba exquisita… y eso que no me gustaba”, cierra.

Todo fluye en Río Pacheco

El alter ego de Koke Santa Ana tiene mucho menos luces, pero lo domina el ritmo. Es que a través de su banda, Río Pacheco, hace fluir otra de sus pasiones: La música.

“Es que siempre ha estado en mi vida. Hasta el día de hoy la ocupo. La música es para ti y si la puedes compartir con otro, mejor. Nos atrevimos a formar Río Pacheco hace un año y medio, es un lugar mío, mi rinconcito y lo disfruto mucho. Todos los de la banda somos iguales. Los temas son desgarradores, son temas para ser cantados. En el escenario me siento muy libre”, dice.

Por eso, aunque su humor es bueno, lo enfurece que ataquen a su banda. “Te puedes burlar de mí, de los personajes que hago, pero no de Río Pacheco. Es como si te burlaras de un hijo mío. Es un rincón muy íntimo. Somos un grupo idóneo para estar juntos, la gente cree que somos hermanos”, agrega.

¿Y en qué pasos anda su banda regalona? “Estamos terminando de grabar un disco, está rico el proyecto. Es un disco de doce canciones donde yo canto y escribo las letras. Pretendemos hacer muchas cosas. Estamos trabajando con el manager de Saiko, para que nos ayude a encontrar lugares para tocar. Es que antes hasta nos cobraban por tocar”, redondea.

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