De Caupolicán Montaldo, publicada en Itinerario Maipino. Crónica de la Villa de Puente Alto y de Cajón del Maipo.
El 21 de agosto de 1936 dejaba de existir en Santiago un hombre que constituía por sí uno de los más fuertes creadores y sostenedores de la industria en Chile, y que se caracterizaba por su efectivo espíritu social: era Luis Matte Larraín, surgido de una familia distinguida en el progreso del país por sus aportes de capacidad y trabajo.
Su título de ingeniero civil, sus deseos de ampliar sus conocimientos, y la necesidad que sentía de mayor observación social, lo llevaron a los Estados Unidos de Norteamérica, de donde volviera, años más tarde con el espíritu templado en una férrea disciplina interior, y un fuerte deseo de trabajar y de surgir.
Sus comienzos fueron sencillos dentro de la industria. Una pequeña fábrica de cartón en Santiago le sirvió de base para fundar más tarde la industria papelera de Puente Alto que fusionó varias fábricas, y tomó en sus manos expertas, un auge que hoy coloca a esta empresa manufacturera entre las primeras del continente.
La industria papelera da trabajo a miles de operarios y empleados, en sus fábricas, plantas eléctricas, predios forestales, minas, industrias filiales, etc. Y es ese el mayor galardón que tiene el nombre de don Luis Matte Larraín, creador e impulsador de estas labores en Chile, de quién uno de los más importantes órganos de la prensa santiaguina dijera al morir: “Consagró su vida a servir al país y a la colectividad, desde el puesto que él mismo eligió; impulsador de la vida industrial y productora de Chile”.
Las más avanzadas conquistas sociales modernas lo encontraron como adelantado en su obra: salario familiar, habitación obrera, escuelas nocturnas, campos deportivos, servicio médico y de protección a la niñez, estímulos al trabajo.
Aparte de instituciones de alto interés público, los escolares indigentes y los ciegos contaron con su ayuda directa, sin pretender jamás la retribución de un elogio por todo ello. Asimismo los más altos honores le aguardaron en la vida; fue Ministro de Estado y tuvo credenciales de Embajador de Chile; y sin embargo nunca dejó de interesarse con cordialidad y afecto por los problemas que afectaban a los obreros más humildes de sus fábricas, ni negró sus sentimientos a aquel que a él recurriera.
Además de la industria papelera, otras numerosas actividades fabriles en el país le contaron activamente en su progreso y desarrollo. Por eso, y con justicia, se dijo de él, al morir en pleno vigor de sus facultades, y cuando se esperaba de su acción frutos aún mejores: “Ningún hombre de su generación podía parangonársele en tenacidad creadora, ni en esa fe serena que constituye el signo de los privilegiados”.
Los empleados y obreros de la industria papelera de Puente Alto, acordaron la ejecución de un gran monumento a su memoria, el que se levanta a la entrada de aquel establecimiento para honrarle en el bronce y la piedra, y perpetuar así su nombre que es símbolo de voluntad, espíritu de justicia y afán de superación.