Por Ignacio Robles Gallardo
El Fundo Los Toros, reconocido lugar que se ubica en la calle del mismo nombre llegando a Avenida Concha y Toro, tuvo su comienzo con Don Rafael Correa Echagüe amante de la agricultura y las bondades de la tierra, quien tras la muerte de Don Rafael Correa de Saa y Lazón en 1843, antiguo propietario de la Hacienda El Peral, y luego de un extenso juicio logra adquirir mediante tradición el día 12 de enero de 1864 la hijuela del fundo denominado “Los Toros” cuyas tierras estaban caracterizadas por la excelente calidad de sus pastos, construyendo además una estilosa casa patronal de estilo clásico con cuidadosos detalles forjados.
La casa patronal del fundo Los Toros sirvió como primera sede de una improvisada municipalidad fundada tras sus gruesos murallones de adobe. Don Victorino Rojas Magallanes, Carlos Aldunate Solar, Vicente Valdés Bascuñán, Rafael Correa Echague, Ignacio Valdés Ortúzar y otros caballeros residentes en el departamento de San Bernardo organizaron en 1892 lo que, a futuro y tal vez sin pensarlo, sería la comuna más grande de Chile.
Sin embargo, la verdadera innovación y los adelantos tecnológicos llegaron con don Guillermo Amunátegui Valdés, destacado hombre público que consignó para Chile los laureles de la industria ganadera magallánica y aportó notablemente al fortalecimiento de la hacienda pública con su incansable espíritu de negocios, adquiriendo el día 30 de octubre de 1897 la estancia de Los Toros.
Gracias a su talento, el fundo Los Toros se convirtió en el ejemplo de lo que es una industria agrícola modelo, el porvenir. Un moderno silo había sido instalado con la no despreciable capacidad de 500 toneladas, una lechería que copiaba a las más modernas norteamericanas, una herrería, establos capaces de albergar trescientos animales y una bodega de vinos construida en 1901 sobre una base de rocas extraídas del río Maipo y gruesas vigas de pino Oregón importados de los Estados Unidos. Don Guillermo Amunátegui deseaba crear en Puente Alto una viña de excelencia y así como la vecina viña de San Carlos se abría paso entre laureles cosechados en suelo extranjero, el ganar también un merecido puesto en la fasta historia vitivinícola de Chile fue su más grande anhelo.
En 1905 encarga al célebre paisajista don Jorge Dubois, conocido por diseñar el Parque Forestal de Santiago, hermosear la propiedad con un envidiable parque de estilo Château de Versailles conservando desde entonces un plano pintado en acuarela por el mismo Dubois.
Don Antonio Subercaseaux fue el último de los propietarios que tuvo este oasis en medio de la ciudad.
Por Ignacio Robles Gallardo